¿Cómo los precios psicológicos nos engañan para gastar más de lo que creemos?

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¿Cómo los precios psicológicos nos engañan para gastar más de lo que creemos?

En el mundo del consumo, existen tácticas sutiles que influyen en nuestras decisiones de compra, llevándonos a gastar más de lo que nos gustaría admitir. Uno de los fenómenos más interesantes y peligrosos es el de los precios psicológicos, que nos engañan para que nos sintamos cómodos gastando dinero. Estos precios, aparentemente inocentes, están diseñados para activar nuestras emociones y hacernos creer que estamos obteniendo un buen trato. Sin embargo, la realidad es que estamos siendo influenciados por técnicas de marketing astutas que nos llevan a tomar decisiones que no siempre son las más razonables. En este artículo, exploraremos cómo los precios psicológicos nos engañan y qué podemos hacer para tomar el control de nuestras finanzas.

¿Cómo los supermercados y negocios utilizan estrategias psicológicas para que gaste más de lo que cree?

En el mercado existen numerosas estrategias psicológicas de precio que son utilizadas por supermercados y otros muchos negocios para tratar de conseguir que sus clientes gasten más dinero de lo que inicialmente tenían pensado a la hora de realizar su compra.

Habitualmente, son técnicas que aprovechan algunos sesgos de personalidad y determinadas inclinaciones que todos tenemos y que pueden tener un gran impacto en el presupuesto.

La percepción del precio

La percepción del precio

Un punto a tener en cuenta es que el precio siempre es algo relativo, por lo que determinar si algo es caro o barato no se puede valorar por el propio precio, sino que hay que emitir el juicio al respecto en función de diferentes factores como la percepción que se tenga de la marca o producto, y las referencias que se tengan para comparar.

El marketing tiene mucho que ver en lo primero, pues estas estrategias de publicidad pueden hacer ver algo como valioso, aunque no lo sea objetivamente, y esto invita a que los usuarios paguen precios más elevados.

Estrategias psicológicas de precio

Existen numerosas estrategias psicológicas de precio que son de aplicación en la actualidad, como los extras e imprevistos, que habitualmente son colados en contextos de gasto elevado, de manera que, por ejemplo, cuando se adquiere una vivienda o un vehículo, es posible que se ofrezcan funciones o características adicionales que engrosan la factura final, y que pueden parecer poco por el hecho de ser comparados con miles y miles de euros, siendo más factible que se opte por su compra o contratación.

Otra técnica común es la de valuar el precio en función de los propios números y aquellos que acompañen al producto o servicio anunciado. Por ejemplo, en muchas ocasiones se promocionan precios “chollo” rodeados de artículos mucho más costosos, de manera que, en el caso de que, por ejemplo, veamos una televisión de 400 euros, rodeada de otras que valen 800 euros, parezca una ganga difícil de dejar pasar.

El orden en el que se enseñan las diferentes alternativas a la hora de comprar algo es importante, ya que, si se comienza por enseñar la opción más cara primero, ese precio hará de anclaje e influirá al consumidor, de manera que el resto parecerá mejor oferta de la que es, una situación en la que se tiende a gastar más dinero en la compra que si se empieza por mostrar la opción más económica.

Otra estrategia habitual es la de utilizar los precios señuelo, en la que un negocio ofrece diferentes opciones a sus clientes, como sucede con los servicios de suscripción, donde se busca que exista una comparación en el precio para que una opción pueda resultar más atractiva para los usuarios y accedan a pagar más de lo que en un principio estarían dispuestos a desembolsar si no hubiese otra alternativa con la que comparar.

Entre las estrategias psicológicas de precio tampoco se pueden olvidar algunas técnicas clásicas como la de hacer un anclaje de valor a la cifra de la izquierda y la terminación en 9, de forma que sea habitual que los productos se vendan, por ejemplo, a 9,99 euros en lugar de a 10 euros, puesto que psicológicamente parece más económico el primero, cuando prácticamente cuestan lo mismo.

Asimismo, cuando en un producto se añade algo “gratis”, también provoca que haya una distorsión en el precio, pese a que en ocasiones el descuento no sea muy destacado.

Daniel Martín

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