La sorprendente historia detrás de un pintalabios: Parte 1

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La sorprendente historia detrás de un pintalabios: Parte 1

En un mundo donde la cosmética es una industria millonaria, un simple pintalabios puede parecer algo trivial, pero detrás de ese pequeño tubo de color vibrante se esconde una sorprendente historia llena de secretos, intrigas y pasión. En esta serie de artículos, vamos a descubrir el fascinante detrás de escena de uno de los productos de belleza más populares del mercado. Desde sus humildes orígenes hasta su consagración como un icono de la moda, la historia del pintalabios es un viaje emocionante que te dejará con la boca abierta.

La fascinante historia detrás de un pintalabios: recuerdos, nostalgia y amor

La fascinante historia detrás de un pintalabios: recuerdos, nostalgia y amor

A pesar de sus defectos, extrañaba a Tessa. Sentía una afilada nostalgia por todo lo que la componía, en especial el aroma que salía de sus labios y que no era su aliento, sino su pintalabios.

Recordaba a la perfección ese aroma a fresa nada acaramelado, pero no su nombre. Me lo reveló una vez porque le dije «qué bien hueles, ¿qué colonia usas?» y fue ahí cuando descubrí que no usaba perfumes en su vida diaria, ni siquiera cuando tenía algún evento importante.

«Solo es mi pintalabios, que huele. Se llama.». Hasta ahí alcanzaba mi memoria. Los pintalabios, en realidad, no olían tanto, pero en ella se daba el caso de que sí porque a mí se me había metido en la cabeza que tenía olor a frutas silvestres, ya la había relacionado con ello y me era muy difícil evitarlo.

¿Mars? No, aquello era una marca de dulces. ¿Cómo era? ¿Si lo adivino me gano un beso del pintalabios? Tenía el nombre en el mismo lugar donde quería tener sus besos. ¡Cars! No, eso era una película. ¡Crash! Tampoco, eso era el sonido de cuando me diera una buena hostia de realidad. Era algún estúpido nombre simplón como aquel.

Daba lo mismo. En mis recuerdos, no importaban los nombres, sino que no muriesen los olores jamás. Recordé que a veces era rojo «cómeme» y otras granate «venquetecomo». Y yo permanecía embobada contemplando sus labios teñidos de Sars o como se llamase.

¿Lars? No conseguía recordarlo, pero me importó bien poco. Era algo así de ridículo. Y lo peor era que, con gusto, le hubiese perdonado todos sus desplantes con tal de recibir una sola vez más la caricia de cualquiera de sus sonrisas dos veces seguidas, no solo cuando ella se sintiera sola, sin importarle cómo me sintiera yo.

Dentro del saco de dormir sentía con agudeza la baja temperatura de la soledad más que la del clima. Fui formando su silueta poco a poco en mi mente. Mis manos la deseaban. Su mirada, siempre tan segura de sí misma.

Aquellos ojos de los que nunca conseguía adivinar el color. Los contemplaba y creía distinguir tonos aguamarina, pero al segundo siguiente, habían cambiado porque su vista era de tonos indecisos. Sus pupilas, unos túneles por los que no me importaría caer y caer hasta desaparecer en su profundidad.

Sus labios formando la única sonrisa que siempre me apetecía besar. Esa boca preciosa y su imperfecta hilera de dientes que tan mágicos versos recitaban, hechizando a cualquiera que los escuchase. Su voz. Una voz tan rota y jodidamente achuchable.

Una vez, incluso encontré migajas de valor para hacérselo saber. Me embelesaba tanto su voz que no recuerdo qué respondió. Creo que le dio la mano a mi comentario para acompañarlo a la salida.

© Sara Levesque

Ángel Calvo

Soy Ángel, un periodista apasionado de la verdad y la objetividad en El Noticiero, un periódico independiente de actualidad nacional e internacional. Mi misión es informar a nuestros lectores con la mayor rigurosidad y transparencia, para que estén al tanto de las últimas novedades de forma imparcial. Con años de experiencia en el mundo del periodismo, me esfuerzo por investigar a fondo cada noticia y presentarla de manera clara y concisa. ¡Sígueme en nuestras plataformas para mantenerte informado de todo lo que sucede en el mundo!

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