Pamplona, la ciudad que late con el ritmo del flamenco

Pamplona, la ciudad que late con el ritmo del flamenco

En el norte de España, existe una ciudad que late con un ritmo diferente, una ciudad que se caracteriza por su pasión y su alegría. Pamplona, la capital de Navarra, se ha convertido en un destino turístico obligatorio para aquellos que buscan sumergirse en la auténtica esencia del flamenco. Esta ciudad, conocida por sus fiestas y celebraciones, ofrece a sus visitantes una experiencia única, llena de rítmicos golpes de palmas y melodías que conmueven el alma.

La ciudad del flamenco: un viaje a través de la música y la pasión

Vivir el Flamenco On Fire en Pamplona es vivir una ciudad entregada al flamenco: en balcones, en alguna librería, en el Baluarte, en el hotel 3 Reyes, en Civivox Condestable o el Palacio de Ezpeleta, se palmea, se jalea y se canta. El público se desvive y demuestra devoción por este festival con un sinfín de eventos gratuitos y otros de pago que este año ha celebrado su 11ª edición del 27 de agosto al pasado 1 de septiembre en Pamplona (en Viana y Tudela el 23 y 24 de agosto).

Un rito que late en la ciudad

Desde el mediodía y hasta bien entrada la madrugada, Pamplona guarda silencio, se estremece, se arranca en olés, se pone en pie para luego sentarse respetuosamente como en misa. El público peina la ciudad en busca de bulerías por soleá, soleares o fandangos en un recorrido que parece un peregrinaje y que tiene mucho de rito.

Los asistentes atienden transidos como si el flamenco fuera una religión. Llama la atención la veneración que prodigan en cada concierto. Aunque esta crónica abarca solo del jueves 29 por la tarde al sábado al mediodía —que es cuando asistió esta periodista al festival—, es fácil intuir que la pasión no es cosa de dos días, sino que se ha ido consolidando en la capital navarra durante años.

Un cóctel de música, naturaleza, vino y buena gastronomía

Los artistas coinciden. Me gusta entregarme al público, y cada vez que vengo a Pamplona, soy feliz con este público entregado y cariñoso, aseguró Israel Fernández durante su concierto el viernes 30. En la música no se toca ni se ve; se siente como en el amor sentenció el toledano en el que tal vez fue el mejor show de esos dos días y medio: arrojo, estilo, fuerza y ligereza en un recital que reivindica y actualiza lo clásico desde las entrañas, como hace su disco Pura Sangre en el que Pional suma unas bases electrónicas.

Un festival de tradición y fusión

Ya había abierto el apetito por lo excelso de Israel Fernández al mediodía. En la plaza consistorial, se taconeó con los ojos puestos en su arte. Fernández, acompañado del guitarrista Antonio 'El Relojero', con quien lanza disco el 20 de septiembre, bordó un concierto breve pero intenso desde el balcón que cerró con un fandango: necesitaba, dijo, guardar fuerzas para el concierto en el Baluarte.

La actuación de Aurora Vargas el sábado al mediodía en el balcón del Ayuntamiento provoca un esto es lo que me gusta a mí a una mujer de unos 40 años. La cantaora del sevillano barrio de La Macarena es la representante de un cante gitano de raíz que hace temblar la plaza entera incluso cuando prescinde del micrófono. Pocas voces necesitan tan pocos recursos para encoger tantos corazones.

Colaboraciones y homenajes

Las colaboraciones son la norma en el festival: Emilio Caracafé, bautizado así por su hija, que cuando tenía 3 años le dijo ¡Ay, mi Caracafé!, se subió el viernes con Raimundo Amador en la Zentral en uno de los shows más rockeros del cartel. Juntos ejecutaron Ay, José, el homenaje a Camarón.

El sevillano dedicó la actuación a Pepe Habichuela y recordó al Tío Sabas, al que le sonó la guitarra mejor que a nadie. Luis Moneo, originario de La Plazuela y leyenda viva del cante del Barrio de San Miguel, acompañado a la guitarra por su hijo, Juan Manuel Moneo, también brindó un concierto emocionante.

Pineda, la obra de Lorca adaptada al baile

Sin duda, uno de los momentos más esperados fue la representación de Pineda, la obra de Federico García Lorca adaptada al baile por el Ballet Flamenco de Andalucía, dirigido por la bailaora granadina Patricia Guerrero (Premio Nacional de Danza 2021), una gran producción de repertorio que arranca con unos cantes muy parecidos a los que debió escuchar Lorca de niño: ay, qué día tan triste que a las piedras les hizo llorar […] Mariana da su vida por la libertad.

Con la misma dignidad brillaron las coreografías de esta obra de gran tensión narrativa que nos mantiene en vilo, aunque conozcamos el trágico desenlace: la ejecución de Mariana Pineda. Ya sea a través de la ligereza o el erotismo de los bailes en pareja o de los pasos más rudos y ásperos de los guardias, Pineda emociona.

Gastronomía y ambiente

Mención especial merece también la gastronomía. En el dédalo de calles que circundan a la plaza del Castillo, entre concierto y concierto, recalamos a tomar pinchos y beber vino en el Casa Paco. Otra apuesta segura es el vegetariano Sarasate, de sabores equilibrados.

Entre columnas, el viernes surgió la conversación de una guitarra. En el Civivox Condestable a las 18.30 actuaba, José Fermín Fernández, primer premio en dos de los principales encuentros con la guitarra (el Bordón Minero del Festival de las Minas de la Unión y el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba). Es fácil sentir la simbiosis entre instrumento y artista: parecen el mismo.

Otro imprescindible es el balcón de la plaza del Castillo, a los pies del mítico hotel La Perla, famoso porque allí se hospedaba el escritor Ernest Hemingway que internacionalizó los Sanfermines con su novela Fiesta. A ese balcón, se asomaron el viernes la cantaora jerezana Mara Rey y el guitarrista Juan Jiménez; y el sábado, Jolis Muñoz y Jesús de Rosario.