El cedro del Líbano, lúgubre testimonio de la devastadora ruina de un legado histórico

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El cedro del Líbano, lúgubre testimonio de la devastadora ruina de un legado histórico

En medio de la devastadora crisis que asola al Líbano, un símbolo de la identidad y la riqueza cultural del país está en peligro de desaparecer. El cedro del Líbano, una especie milenaria y emblemática de la región, está sufriendo las consecuencias de la deforestación, la contaminación y la negligencia humana. Este testimonio vivo de la historia de la región, que data de la época de los fenicios y los romanos, se encuentra en una situación crítica. La destrucción del patrimonio natural del Líbano es un llamado de atención a la comunidad internacional para que tome medidas urgentes para proteger este legado histórico y evitar su pérdida irreversible.

El cedro del Líbano, un símbolo en peligro de extinción

El cedro del Líbano es un árbol cargado de historia y significado. Símbolo vegetal de este país mediterráneo, icono de la bandera nacional, sus antaño inmensos bosques prácticamente han desaparecido por culpa de cinco milenios de talas indiscriminadas, que ahora se ven agravados por los efectos del cambio climático.

La bandera del Líbano y su simbolismo

La bandera del Líbano y su simbolismo

Desde el siglo XVII, los cristianos maronitas del Líbano utilizaron la silueta tan característica del cedro como emblema de sus banderas, que también se incluyó en las primeras enseñas nacionalistas de mediados del siglo XIX. La primera bandera libanesa surgió en 1921, pero como en esa época el territorio estaba controlado por los franceses, era la bandera de Francia con un cedro libanés en el centro.

El día 21 de noviembre de 1943 se izó de manera oficial la nueva bandera del nuevo país, por fin independiente, ya con su diseño actual. Las bandas rojas simbolizan los sacrificios del pueblo libanés en su lucha por la independencia, que desgraciadamente siguen siendo terroríficos. La banda blanca simboliza la pureza y la paz. El árbol verde del centro es el Cedro del Líbano, símbolo del país desde los tiempos del rey Salomón.

El cambio climático, un nuevo enemigo

El cedro del Líbano (Cedrus libani) es una hermosa conífera nativa de las altas montañas del Mediterráneo oriental, en el sur de Turquía, Siria y Líbano, en altitudes entre los 1.300 y los 3.000 metros. La especie está globalmente clasificada como vulnerable, pero en peligro de extinción en el Líbano, donde queda menos del 5% del bosque de cedros original.

Después de tres milenios de aprovechamiento maderero, incendios, guerras, pastoreo y plagas, la sequía provocada por el cambio climático están acabando con ellos. Necesitan un clima húmedo y frío que cada vez es más escaso en Oriente Medio. Los expertos calculan que, al ritmo actual, ante el aumento de las temperaturas y reducción de precipitaciones por culpa del cambio climático, a finales de este siglo podría desaparecer la mayoría de los bosques de estos árboles que aún sobreviven en el Líbano.

Los cedros del Líbano más viejos están en Europa

Resulta curioso que los cedros más viejos del mundo no estén en el Líbano, sino en jardines y parques europeos de Gran Bretaña, Francia, Alemania o Italia. En España son famosos los ejemplares monumentales de la Granja de San Ildefonso, Aranjuez, Burgos, Valladolid o algunos pazos de Galicia.

La llegada de los primeros ejemplares a Europa se remonta a 1650, pero no fue hasta 1732 en que un ejemplar londinense plantado por Peter Collinson, un rico comerciante británico, produjo las primeras semillas. Ese cedro es el padre de los primeros ejemplares que comenzaron a plantarse como auténticas rarezas en algunos jardines botánicos. El que crece en el Jardin des Plants de París es uno de ellos, ostentando el galardón de ser uno de los más viejos del mundo.

Y tiene una curiosa historia. Collinson donó dos de esos primeros retoños de su cedro londinense al botánico francés Bernard de Jussieu, quien los llevó a París en 1734. Según asegura una vieja tradición, poco antes de su llegada al parque parisino la maceta se le cayó al suelo y se rompió. ¿Te imaginas su desconsuelo?

Pero Jussieu no lo dio todo por perdido. Sobreponiéndose al desastre, se quitó el sombrero y metió dentro el cepellón, de tal manera que los dos pequeños cedros terminaron su viaje en tan inusual contenedor textil. Uno de ellos, el primero en llegar a Francia, lo plantó en la ladera de la Butte du Labyrinthe del Jardin des Plants, hace ahora 290 años. Hoy supera los 20 metros de altura. Asombra su envergadura y hermoso porte, que podría ser todavía mayor de haber sido plantado en un terreno más favorable.

El tamaño relativamente modesto para el decano de los cedros franceses se explica por su entorno desfavorable, una montaña hecha en la Edad Media con los escombros de la capital parisina.

Daniel Martín

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