En un emocionante y conmovedor giro de eventos, José Antonio, un valiente individuo diagnosticado con cáncer terminal, ha decidido tomar una medida drástica para llamar la atención sobre su situación. Ante la falta de reconocimiento oficial de su discapacidad, José Antonio ha iniciado una huelga de hambre para exigir justicia y apoyo. Con una frase que conmueve el corazón, Me estoy quedando sin vida, José Antonio hace un llamado desesperado a las autoridades y a la sociedad en general para que se tomen medidas urgentes para garantizar su bienestar y el de otros individuos que enfrentan situaciones similares.
José Antonio, afectado de cáncer terminal, emprende huelga de hambre para exigir reconocimiento a su discapacidad
En la localidad leonesa de Fabero, José Antonio Marqués, un hombre de 65 años, se ha declarado en huelga de hambre para presionar a las autoridades a que le concedan la gran invalidez. Su situación es crítica, ya que padece un cáncer terminal que le ha sido diagnosticado hace un año, lo que le deja poco tiempo de vida.
Además de la enfermedad más grave, José Antonio enfrenta múltiples problemas de salud que limitan su capacidad para moverse. Estoy débil, he perdido mucha energía, tengo delirios y se me olvidan las cosas, cuenta al otro lado del teléfono.
Una situación compleja
José Antonio padece una arteriopatía crónica que provoca que se le hinchen y duerman las piernas. Como me circula mal la sangre, cojo frío y, aunque estemos a 20 grados, estoy destemplado, relata. Además, padece de espondiloartrosis, un tipo de artritis que afecta a las vértebras de la columna, y alivia el dolor con parches de fentanilo. Por todo ello se mueve con muletas.
Para tratar el cáncer, José Antonio no puede recibir ni quimioterapia ni bioterapia, por lo que el tratamiento se basa en una inyección de Decapeptyl cada seis meses, un medicamento que le provoca sudores. Estoy día y noche sudando. Por la noche tengo que cambiarme la camiseta de pijama tres o cuatro veces. También me provoca mareos que me hacen perder la orientación, así que me tengo que sentar, beber agua y tranquilizarme.
La lucha por la gran invalidez
A pesar de tener cotizados 27 años, a José Antonio le han denegado la gran invalidez. Uno de los requisitos para cobrarla es haber cotizado un mínimo de quince años, pero tres de ellos en los últimos diez. Él no cumple esa condición, ya que dejó de trabajar en 2009 debido a la crisis económica de 2008.
Ahora estoy cobrando una invalidez del 33%, por lo que me corresponden 801 euros, señala. Aparte ingresa 40 euros por un complemento de maternidad, ya que su mujer nunca ha trabajado y tienen dos hijos. Con una gran invalidez, según las tablas del Ministerio de Seguridad Social, esa mensualidad podría llegar a alcanzar los 1.550 euros.
La huelga de hambre
Para intentar que se la concedan, José Antonio dejó de comer el 13 de agosto a las ocho de la mañana. Solo bebo agua y Aquarius, afirma y está a la espera de que el dietista le recete un complejo vitamínico. Además, ha requerido atención médica de la que es su enfermera desde hace 12 años para comprobar cómo se encuentra.
En un principio quería llevar a cabo la huelga en la planta baja del Ayuntamiento durante las 24 horas del día para hacer más visible su causa, pero le denegaron esta posibilidad porque el edificio debe quedarse cerrado. Me dijeron que si me quedo aquí solo y me pasa algo, nadie me podría atender, asegura, por lo que solo permanece allí de ocho a dos.
Los trabajadores del Consistorio le ayudan en lo que pueden y le abastecen de agua. Además, le van a buscar en coche a la puerta de su casa a las ocho de la mañana y cuando termina la jornada le llevan de vuelta. Una rutina que José Antonio pretende mantener hasta que hagan caso a su petición.
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