La persistente casualidad de tropezar: ¿se convertirá en un recordatorio para la seguridad vial?
En las últimas semanas, varias ciudades del país han registrado un aumento preocupante en el número de accidentes viales causados por la imprudencia de peatones que no prestan atención al cruzar las calles. Esta persistente casualidad ha generado un debate sobre la necesidad de revisar y reforzar las medidas de seguridad vial para garantizar la integridad de los conductores y los peatones. En este sentido, se plantea la pregunta: ¿esta tendencia se convertirá en un recordatorio para la seguridad vial, o seguirá siendo una triste realidad que nos hace reflexionar sobre la importancia de la prevención y la educación vial?
Tropezones y sorpresas: ¿la casualidad se convierte en un recordatorio de seguridad vial?
Soy muy soñadora, creo que es mi mayor defecto. Soy de pensar locuras, de exprimir aventuras, de fracturar las amarguras. También soy muy cabezota, muy de luchar por cumplir los sueños y no abandonarlos al primer contratiempo.
Voy a decirte que te amo, aunque tú no quieras aceptarlo. Voy a intentar demostrártelo, aunque ya estés cansada de imaginártelo. Voy a ser valiente de una vez, aunque, al hablarme, mis palabras se me antojen una memez.
Voy a hacer de todo mi dolor un arte, confiando en que algún día pueda dejar de soñarte. Voy a hacer muchas cosas antes de que sea tarde, no vaya a ser que te pierda del todo por seguir siendo una cobarde.
Aunque me rompa las piernas de tanto tropezar, nunca dejo de soñar, de hacer realidad, de vivir sin falsedad. Aunque sea la sociedad con su suciedad la que me meta piedras en el camino, yo me hago un camino con cada una de ellas hasta alcanzar mis metas.
Y si el día se oscurece con la nube de la desesperación, me enciendo la sonrisa, que es la mejor iluminación.
Llevo siempre encima un par de besos con tu nombre por si nos encontramos de rebote por la calle, en la presentación de un latido o en el restaurante más pintoresco de Madrid. Ojalá, ¿verdad? Así no volvería a olvidarme de dártelos a tiempo y en la zona que más me gusta de ti.
Adivina cuál es. Por si acaso nos atrevemos a aguantarnos la mirada. Por si esta vez no salimos huyendo.
Ayer recapitulé, a través de la niebla de los recuerdos, cómo te reías con tu perfecta hilera de dientes sin ningún pudor. Cómo masticabas despacio, saboreando la comida, igual que saboreabas la vida según la descubrías.
Cómo me hacía reír el bigotito que te pintaba la cerveza. Cómo todas tus palabras eran lentas y firmes, igual que las pulsaciones de un metrónomo.
A mí me servían para ordenarme. Cómo la primera vez que me miraste, me caí de boca en tus ojos. Logré levantarme, pero sigo intentando hallar la salida. Es mentira, en realidad no quiero irme de ti.
Cómo, a veces, pretendías ocultar tu sonrisa traviesa sin conseguirlo, y yo me alegraba de tu fracaso. Cómo tu voz, tan cercana y serena como tú, me llenaba de tranquilidad, sabiendo que todo saldría bien.
Cómo podíamos acabar con todas las palabras de cualquier idioma, charlando sobre lo interesante o absurdo que nos parecía cualquier cosa…
No me importaría dejar de contar cuántas palabras se reúnen en mis prosas para relatar las pecas alojadas en tus mejillas. Se me antojan más apetecibles que cualquiera de mis garabatos diseñados a hurtadillas.
Es tan hermoso soñar… Más bello es hacerte realidad. Supongo que soy una soñadora loca. Cada amanecer veo dos opciones ante mí: o volver a dormirme para seguir fantaseando o levantarme para cumplir mis deseos.
Ahora sé que merece la pena lo segundo.
MI conclusión es que estaba equivocada. Soy muy soñadora, creo que es mi mayor virtud.
© Sara Levesque
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