¿Son reales los yogures con sabores tan extraños?

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¿Son reales los yogures con sabores tan extraños?

En los últimos años, el mercado de yogures ha experimentado un auge sin precedentes, con marcas innovadoras que buscan sorprender a los consumidores con sabores cada vez más extravagantes. Desde yogures con sabores de frutas exóticas hasta otros que imitan platillos típicos de diferentes culturas, la oferta es tan variada como sorprendente. Pero, ¿hasta qué punto son reales estos yogures con sabores tan extraños? ¿Son solo una moda pasajera o hay algo más detrás de esta tendencia? En este artículo, exploraremos el mundo de los yogures con sabores insólitos y trataremos de descubrir qué hay detrás de esta fascinante tendencia que ha conquistado a los consumidores de todo el mundo.

¿Son reales los yogures con sabores tan extraños?

A estas alturas estamos habituados a encontrar en las estanterías de los supermercados productos, como los yogures, con sabores de lo más variopintos: limón, vainilla, macedonia, fresa, plátano, piña, pera, galleta, frutas del bosque… Pero, siendo científicamente rigurosos, ¿de verdad es esto así? ¿Cuántos sabores somos capaces de diferenciar? Y, sobre todo, ¿es correcto llamarlos sabores?

Laura Culleré Varea, personal docente e investigador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad San Jorge, nos explica que la clave para atinar con la respuesta consiste en ser capaces de distinguir entre olores (aromas) y sabores.

La diferencia entre aroma y sabor

La diferencia entre aroma y sabor

El aroma y el sabor están directamente relacionados con dos sentidos químicos: el olfato y el gusto. Ambos detectan moléculas químicas de nuestro entorno a través de unos quimiorreceptores localizados en sus correspondientes órganos sensoriales: la nariz (pituitaria) y la lengua (papilas gustativas), respectivamente.

Los de la boca son receptores de contacto o gustativos; los de la nariz, de distancia u olfatorios. Hasta aquí podemos pensar que aroma y sabor tienen mucho en común. Sin embargo, mientras que el aroma –o mejor dicho, olor– es una percepción causada por entes químicos (moléculas odorantes) que han sido detectadas por el sentido del olfato, el sabor es una percepción integrada causada por entes químicos detectados por tres sistemas sensitivos diferentes.

Sentidos que nos ayudan a sobrevivir

El sentido del olfato es el encargado de detectar y procesar los olores. Es el sentido más intenso desde que nacemos, el más primitivo y el que tiene una conexión más íntima con el área del cerebro que gobierna las emociones y los recuerdos, es decir, el sistema límbico.

Entre sus principales funciones se encuentra la supervivencia individual: olfateando podemos protegernos de alimentos en mal estado y otros peligros, como escapes de gas o incendios. Además, juega un papel importante en la atracción sexual, que a su vez es clave para la supervivencia de la especie.

Cien mil olores y cinco sabores

¿Sabría decir cuántos olores somos capaces de reconocer los humanos? La respuesta puede sorprender: aunque solo intervienen 347 receptores olfativos, todas sus combinaciones nos permiten diferenciar hasta un billón de olores distintos.

En cuanto al gusto, la lengua, como órgano sensorial, posibilita con sus más de 10 000 papilas la existencia del sentido del gusto. Pero ¿qué son estas papilas? Consisten en unas pequeñas protuberancias, presentes en la membrana mucosa de la boca, que cuentan con unas neuronas quimiorreceptoras capaces de convertir la información química que llega a las mismas en mensajes nerviosos que viajan al cerebro.

Sin embargo, el número de sabores que distinguimos es muy inferior al de olores: solo hay cinco sabores básicos para los que se ha descubierto un receptor químico en la lengua, y se trata del dulce, salado, ácido, amargo y umami.

¿Por qué identificamos estos sabores?

Sin duda, por la información esencial que cada uno de ellos nos proporciona. El sabor dulce nos informa de que estamos ingiriendo alimentos de alto contenido calórico (energía), mientras que el sabor umami (del japonés, que significa sabor delicioso) nos indica que consumimos alimentos ricos en proteínas.

El salado detecta las sales minerales de la comida, mientras que los sabores ácido y amargo – que, dicho sea de paso, no solo están en la boca– nos advierten de que un alimento está dañado o bien contiene compuestos nocivos para la salud.

Entonces, ¿existen yogures con sabor a fresa?

Un detalle a tener muy cuenta es que el 80 % de lo que se detecta como sabor corresponde, en realidad, a las sensaciones olfativas que experimenta la nariz cuando entra un alimento en la boca. Y de ahí la relación entre aroma y sabor.

Si los humanos solo diferenciamos cinco sabores básicos, y el 80 % del sabor es, en realidad, aroma, entonces lo que denominamos sabor a fresa o sabor a limón sería, en realidad, aroma a fresa y aroma a limón.

Artículo publicado en The Conversation.

Sara Ortega

Soy Sara, redactora de la página web El Noticiero. En este periódico independiente de actualidad nacional e internacional, me dedico a investigar y redactar las últimas novedades con la más rigurosa objetividad. Mi pasión por el periodismo me impulsa a ofrecer a nuestros lectores información veraz y completa, manteniendo siempre la ética y el compromiso con la verdad. ¡Es un honor para mí formar parte de este equipo y contribuir a mantener a nuestros lectores informados de manera imparcial y profesional!

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