Tendencias innovadoras: Pisos compartidos entre generaciones, un nuevo enfoque para combatir la soledad y la escasez de viviendas
En un contexto en el que la soledad y la escasez de viviendas se han convertido en problemas sociales cada vez más preocupantes, surge una nueva tendencia innovadora que busca combatir estas dos cuestiones al mismo tiempo. La cohabitación intergeneracional, que implica la convivencia de personas de diferentes edades y generaciones en un mismo espacio, se perfila como una solución creativa y sostenible para abordar estas dos problemáticas. A través de la compartición de viviendas entre jóvenes y ancianos, se busca fomentar la solidaridad, la economía y la lucha contra la soledad, generando un entorno más humano y acogedor para todos.
Compartiendo vida y soluciones: Pisos compartidos entre jóvenes y ancianos para combatir la soledad y la crisis habitacional
Una innovadora iniciativa de la Universidad de Málaga ha llevado a estudiantes y ancianos a convivir juntos en pisos compartidos, brindando una solución a dos problemas sociales: la soledad de los mayores y la crisis habitacional de los jóvenes.
Carmen, una malagueña de 78 años, y Pamela, una ecuatoriana de 28 años que estudia un máster en la universidad, son un ejemplo de esta iniciativa. Desde su hogar compartido en las afueras de Málaga, cuentan que han creado un ambiente familiar y solidario.
A mí, que soy extranjera, me hace sentir como en casa y acompañada, porque precisamente es alguien que me cuida y yo también la cuido a ella, comenta Pamela. Carmen asegura estar muy contenta con su compañera de piso, con quien cocina, pasea, hace la compra y acompaña al médico.
La iniciativa surge como respuesta a la creciente demanda de viviendas asequibles para los estudiantes y la soledad que padecen muchos ancianos. Los jóvenes pueden alojarse en una vivienda sin pagar nada, a cambio de hacer compañía a los mayores, acompañarles al médico, comprarles medicamentos y realizar pequeñas reparaciones domésticas.
Los pensionistas, por su parte, reciben una prestación económica mensual de 160 euros por los gastos de luz, agua y gas que genera la presencia de un estudiante en su hogar. Para participar, tanto los estudiantes como los ancianos deben cumplir con ciertos requisitos.
Los jóvenes deben dormir en la vivienda al menos cinco noches a la semana, comprometerse a hacerles compañía y realizar pequeñas tareas domésticas. Los fines de semana y períodos de vacaciones pueden ausentarse. Los ancianos, por su parte, deben residir en Málaga capital, no padecer enfermedades infectocontagiosas ni presentar trastornos psíquicos.
Según Sergio Cañizares, coordinador del programa, el objetivo principal es paliar la soledad de los ancianos y solucionar la falta de vivienda en los jóvenes. La iniciativa ha sido un éxito, aunque actualmente solo hay doce personas conviviendo juntas, debido a la escasez de ancianos dispuestos a compartir piso.
La historia de Carmen y Pamela es un ejemplo de la sinergia que se produce cuando se unen las experiencias y sabidurías de diferentes generaciones. Carmen aporta la sabiduría que ha obtenido con el paso de los años y ha logrado que Pamela, aún estando a miles de kilómetros de su familia, se sienta 'como en casa', destaca Cañizares.
La Universidad de Málaga busca ahora aumentar la participación de ancianos dispuestos a compartir piso con estudiantes, para seguir brindando una solución innovadora y solidaria a dos problemas sociales que afectan a diferentes generaciones.
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