En el año 1582, el papa Gregorio XIII tomó una decisión que tendría un impacto significativo en la forma en que se vivía y se entendía el tiempo. Un misterioso cambio en el calendario que parecía insignificante en ese momento, pero que tendría consecuencias históricas de gran magnitud. La modificación, que consistió en eliminar 13 días del mes de octubre, parecía ser solo una ajuste técnico, pero en realidad, estaba cambiando la forma en que se entendía la relación entre la Iglesia y el Estado. En este artículo, exploraremos los antecedentes y las consecuencias de este misterioso cambio en el calendario, que ha pasado a la historia como uno de los eventos más intrigantes y poco conocidos de la época.
Diez días desaparecidos: La misteriosa modificación del calendario que cambió la historia hace 442 años
Los nacimientos, fallecimientos, declaraciones de guerra y acuerdos de paz, batallas o cumbres internacionales, grandes desastres o logros trascendentales. la historia de la humanidad está plagada de días marcados en rojo en el calendario como las fechas que han dado forma al recorrido de nuestra especie. Son fechas en las que han ocurrido grandes acontecimientos que han cambiado, para bien o para mal, el devenir de nuestro mundo y son recordadas año tras año.
Sin embargo, esas efemérides apenas dejan espacio para aquellos huecos en blanco en el calendario: aquellos días en los que no pasó nada (y son la mayoría) y que no son dignos de ser recordados. Sin embargo, hay diez días del siglo XVI que son recordados precisamente por eso: son los que transcurren del 4 al 15 de octubre de 1582. ¿La razón? Nunca existieron.
El calendario gregoriano: Un cambio para adaptarse a las fiestas religiosas
El calendario gregoriano (o simplemente el calendario actual) rige nuestras vidas, pero no ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia. De hecho, solo lo hace desde 1582, hace 442 años, cuando el papa Gregorio XIII lo introdujo como el sistema cronológico de referencia. Antes lo era el calendario juliano, un sistema que había estado vigente desde los tiempos de Julio César y que para 1582, cinco siglos después, planteaba un problema religioso.
Según lo acordado en el Concilio de Nicea en el año 325, la Pascua debía conmemorarse el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte (equinoccio de otoño en el hemisferio sur). Ese año, el equinoccio había ocurrido el día 21 de marzo, pero con el paso del tiempo la fecha del acontecimiento se había ido adelantando. El resultado: un desfase de 10 días.
En aquel momento, la prioridad era hacer coincidir el calendario litúrgico con el calendario civil para ajustar el momento astral en el que debía realizarse la Pascua y poder reubicar así el resto de fiestas religiosas.
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