¿Tu hijo come mal? No es culpa los padres, según un estudio: "Es más que una fase"

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¿Tu hijo come mal? No es culpa los padres, según un estudio: Es más que una fase

Un estudio reciente ha revelado que la mala alimentación en los niños no es necesariamente culpa de la educación parental. Según los resultados, la tendencia a rechazar ciertos alimentos es una etapa natural del desarrollo y no se debe a la falta de supervisión o control por parte de los padres. Esta investigación desmitifica la idea de que la mala alimentación en la infancia es consecuencia directa de la falta de disciplina o la permisividad en el hogar.

¿Por qué algunos niños son quisquillosos con la comida?

La culpa no es de los padres, según un estudio

La genética puede explicar por qué algunos niños son fáciles o difíciles de convencer para probar nuevos alimentos

La genética puede explicar por qué algunos niños son fáciles o difíciles de convencer para probar nuevos alimentos

Las verduras son uno de los alimentos que menos suelen gustar a los pequeños. Sin embargo, un reciente estudio realizado por expertos de la University College de Londres (UCL) puede darle la vuelta a la pelea por que los niños coman todo tipo de alimentos. La causa de que algunos niños sean quisquillosos con la comida está en sus genes y no tanto en la educación que reciben.

El estudio, publicado en el Journal of Child Psychology and Psychiatry, llegó a la conclusión de que las diferencias individuales en la quisquillosidad con la comida se explican en gran parte por factores genéticos en todas las edades. Sin embargo, también se reconoce que ese comportamiento obedece a la influencia ambiental, especialmente en la primera infancia, y por lo tanto podría beneficiarse de intervenciones tempranas a lo largo de la niñez.

Los autores del estudio describen la quisquillosidad alimentaria como la tendencia a comer una gama pequeña de alimentos, debido al rechazo a probar diferentes cosas. Ese comportamiento puede prolongarse hasta los primeros años de la adolescencia, según los investigadores. Nuestro estudio también muestra que los hábitos alimentarios caprichosos no son necesariamente solo una fase, sino que pueden seguir una trayectoria persistente, explican.

Para llevar a cabo el estudio, se compararon los hábitos alimenticios de 2,400 gemelos (idénticos) y mellizos (no idénticos) en diferentes etapas desde los 16 meses a los 13 años para tratar de discriminar las causas genéticas o ambientales de esa tendencia. Los idénticos (que comparten el 100% de material genético) mostraron unos patrones mucho más similares en cómo de atrevidos o reticentes eran a la hora de probar alimentos nuevos con respecto a los no idénticos (que comparten en torno a un 50%).

Sin embargo, las estrategias para tratar de ampliar la variedad de la dieta infantil, como ofrecer un abanico más extenso de alimentos, resultaron de utilidad, especialmente en las fases más tempranas de la niñez. Los investigadores descubrieron que esa tendencia puede prolongarse hasta la adolescencia, con un pequeño pico a los siete años de edad, y que los factores genéticos cobran mayor importancia a medida que el niño crece.

La investigadora Zeynep Nas mostró su confianza en que los hallazgos contribuyan a aliviar el sentido de culpa de los padres, y reconoció que la quisquillosidad alimentaria puede ser una gran causa de ansiedad para padres y cuidadores.

Ángel Calvo

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