La estrategia de manipulación: Israel emplea octavillas y emisiones para debilitar desde adentro el apoyo social a Hezbolá y los líderes chiitas Nota

En el contexto de la compleja situación geopolítica en Oriente Medio, Israel ha puesto en marcha una estrategia de manipulación para debilitar el apoyo social a Hezbolá y los líderes chiitas. Esta táctica, que busca minar la confianza en las instituciones chiitas y sus líderes, se basa en la distribución de octavillas y la emisión de programas de radio y televisión que cuestionan la autoridad y la legitimidad de estas organizaciones. Esta campaña de desinformación y PSYOPS (operaciones psicológicas) tiene como objetivo desestabilizar el apoyo popular a Hezbolá y los líderes chiitas, lo que podría tener consecuencias graves en la región.

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Israel despliega estrategia de manipulación psicológica contra Hezbolá y líderes chiitas

Mientras Israel avanza en su incursión terrestre sobre el Líbano y Hezbolá e Irán contraatacan, otra operación, más sigilosa, aunque también potente, sigue su curso: la psicológica.

La guerra silenciosa

La guerra silenciosa

Es una táctica de inteligencia militar muy habitual utilizada para influir en las acciones y percepciones, tanto de la opinión pública como de los principales actores involucrados. Suele llevarse a cabo con el fin de lograr ventaja estratégica para evitar, anticipar o articular un conflicto armado.

Es la cuarta vez que Israel entra en territorio libanés, y en cada operación se han combinado tácticas militares y psicológicas. En 1978, durante la Operación Litani, Israel usó folletos y anuncios radiales para difundir mensajes que justificaban su intervención en el país, bajo el respaldo de una acción necesaria para combatir el terrorismo y restaurar la paz.

A fin de cuentas, aquello de autoproclamarse liberador de los pueblos oprimidos para validar acciones militares -que en ocasiones vulneran el derecho internacional- es el leit motiv de todo tipo de actores, no solo de Israel, basta recordar a Rusia o EEUU, por no irnos más lejos.

La estrategia de inteligencia militar israelí

Durante aquella primera incursión de siete días los panfletos y emisiones se diseñaron para disminuir, en ese caso, el apoyo a la OLP. Ocurrió lo mismo en la guerra de 1982, escenario del nacimiento de Hezbolá, y otra vez en 2006 cuando, en el seno de la Operación Azul, se volvieron a lanzar desde el cielo mensajes a la sociedad que afirmaban que el respaldo al Hezbolá solo traería más sufrimiento y destrucción.

Se responsabiliza al enemigo de la violencia padecida. Al incidir en el uso de civiles como escudos humanos se refuerza su demonización. Lo prioritario es la deslegitimación, la merma del apoyo social y el quebrantamiento de la moral de sus filas.

Israel va más allá de la Operación Litani de 1978: pide ahora a los libaneses evacuar hasta el río Awali para salvar sus vidas. Al lanzamiento aéreo de octavillas también se intercalan avisos y mensajes de texto que alertan sobre inminentes bombardeos. De ese modo se espera una reducción de las bajas civiles, pero la maniobra es aprovechada también para propiciar una atmósfera de miedo y ansiedad, cuyo objetivo último es el de alentar a la población a cuestionar, en este caso, el liderazgo de Hezbolá.

El temor a una operación militar terrestre, de hecho, aumentó considerablemente tras los folletos lanzados por el ejército israelí en su tercera incursión del 2006, y generó confusión, rebelión y deserción.

La manipulación psicológica en Gaza

En esos mismos años Israel volvió a usar esta táctica en Gaza. Durante la Operación Plomo Fundido de 2008-2009, su ejército lanzó una campaña de propaganda en la Franja destinada a convencer a los palestinos de que Hamás era responsable de la violencia y de las condiciones adversas de su nación.

De hecho, atribuir los problemas coyunturales de un país enemigo a su propio régimen es otra maniobra de inteligencia táctica a la que acaba de recurrir, de manera directa, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

A través de su mensaje destinado a la población iraní, alienta a la sociedad a un cambio y revolución interna que derribe a los ayatolás. También critica a sus líderes por malgastar millonadas en guerras inútiles en lugar de usar esos fondos en mejorar la vida de los ciudadanos, y apela a los “iraníes decentes que saben que merecen algo mejor”.

Minar la moral del enemigo

Minar la moral del enemigo, desde dentro, es otro principio básico de este tipo de estrategias.

Pero las operaciones de guerra psicológica son más antiguas que el libro El arte de la Guerra de Sun Tzu. Lo primordial reside en desarmonizar al contrincante, influir en la sociedad y modificar los resultados. Tal como subrayaba el maestro chino, es fundamental el engaño, la desinformación o la desmoralización del adversario.

La persuasión y la propaganda

El primer vértice de toda guerra psicológica es el de la persuasión y propaganda. Se busca disminuir la autoridad del contrincante. Durante la Guerra Fría, entre las distintas técnicas, se creó la Radio Free Europe/Radio Liberty que, desde Occidente, transmitía a los bloques del Este una contra-narrativa que desacreditaba sus regímenes.

La tecnología como pilar armamentístico

El segundo vértice ocupa a la opinión pública, y la tecnología juega un papel fundamental. La Guerra de Siria, por ejemplo, se ha colmado de campañas en redes sociales y medios de comunicación que propagaban imágenes manipuladas con el fin de provocar movilización social, apoyo a determinadas facciones o incluso el respaldo internacional. Esto enfatiza la polarización política y aumenta la desconfianza institucional.

La desinformación

El tercer vértice, ligado al anterior, abarca la desinformación. Desde la propagación de rumores que puedan confundir sobre intenciones o capacidades (propias o ajenas), hasta las operaciones de bandera falsa, aquellos actos que se atribuyen falsamente al enemigo, una práctica usada a menudo por grupos terroristas.

Se usa la psicología de masas para estudiar las reacciones de la sociedad ante diversos estímulos con el fin de manipular.

El impacto en el conflicto

Todas estas prácticas tienen un impacto directo en el conflicto. Provocan y fuerzan cambios de estrategia e interfieren en la perspectiva tanto de los actores como de la legitimidad de la guerra. Si los regímenes emplean esfuerzos en persuadir a la sociedad, esta también tiene la responsabilidad de reaccionar o no dejarse manipular.

Los gobiernos en ocasiones actúan en solitario, pero necesitan el apoyo social. Ahora que la desestabilización en la zona sufre una importante escalada, ojalá sus protagonistas recuerden una vez más al maestro Sun Tzu: “ganar cien veces cien batallas no es el apogeo de la habilidad. Someter al enemigo sin pelear es el apogeo de la habilidad”.

Daniel Martín

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