Noche obscura: el peligro del síndrome de la 'amante obsesiva', donde el placer del otro prevalece sobre el tuyo Otra opción: La dualidad amorosa: d

En el complejo y apasionante terreno del amor, existen patrones de comportamiento que pueden llevar a situaciones peligrosas y perjudiciales para nuestra salud emocional. Una de ellas es el síndrome de la 'amante obsesiva', donde la prioridad se centra en la felicidad del otro, sacrificando por completo nuestros propios deseos y necesidades. Esta conducta, aparentemente altruista, puede llevar a la perdida de identidad y a la dependencia emocional, convirtiendo lo que debería ser una relación amorosa en una noche obscura de ansiedad y sufrimiento.

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La dualidad amorosa: ¿Por qué la prioridad del orgasmo masculino puede ser perjudicial para la satisfacción femenina?

Aunque cada experiencia sexual es diferente, hay una característica con la que la mayoría de mujeres heterosexuales podrán sentirse identificadas: la premisa de que él va a llegar al orgasmo.

Es decir, de una manera inconsciente se parte de la idea de que el orgasmo masculino es ineludible, mientras que el orgasmo femenino es algo que puede o no ocurrir, pero no se ve como indispensable.

La búsqueda del placer personal

Algo que tiene una consecuencia directa en cómo nos aproximamos al placer, en vez de buscar el propio, preocupa más conseguir el del otro.

¿Por qué? La respuesta puede estar en la forma en que hemos aprendido a concebir el sexo. Las representaciones de sexo con las que hemos podido crecer (películas, series, pornografía…) suelen terminar cuando el hombre alcanza el orgasmo, lo que refuerza la idea de que el sexo está completo en ese momento.

La internalización del placer masculino

La internalización del placer masculino

Esto lleva a que se internalice la idea de que el placer masculino es el estándar y provoque en las mujeres un síndrome de 'buena amante' al buscar validación en su disfrute: Si él está satisfecho, lo he hecho bien.

La falta de conocimiento sobre el cuerpo femenino -sí, ya sabemos que saben dónde está el clítoris-, o de cómo le gusta a la persona o de la respuesta sexual, también contribuye a que el placer femenino se vea como algo más misterioso o difícil de alcanzar, y por tanto, menos prioritario.

Biología o socialización

¿Cuánto hay de 'natural' y de aprendido en que se replique esta dinámica? ¿Tiene su origen e importancia no solo en la biología sino en la supervivencia de la especie, ya que la eyaculación es necesaria para que se dé la concepción?

Pero, como la mayoría de las veces que intimamos, es simple y llanamente por el placer, tiene aún más sentido analizar el motivo de que una de las dos partes suela quedarse a dos velas.

La presión del ritmo sexual

Con ritmos diferentes en lo que a nuestros tiempos sexuales se refiere, pasa a menudo que cuando el hombre llega al orgasmo más rápidamente, se percibe como un estándar que debe seguirse.

La consecuencia directa es que genera una presión para que la mujer se ajuste a ese ritmo. Así que si el orgasmo femenino puede requerir más tiempo (y dedicación), es posible que se minimice o incluso se omita para no alargar el encuentro, lo que, una vez más, contribuye a la idea de que nuestro placer es opcional.

Desprendernos de la culpa

Creo que es de la misma manera nuestra misión la de desprendernos de la culpa si eso pasa, ya sea porque sentimos que estamos tardando mucho o que no tiene sentido continuar porque, de antemano, hemos decidido que no vamos a llegar (lo que, efectivamente, actúa como echarte el freno a ti misma).

Así que invito a que empecemos a preguntarnos no ya solo cuánto de complacientes somos, que está muy bien enfocarse en las necesidades de la otra persona porque el sexo debería ser una experiencia satisfactoria para todos los participantes.

Pero también si realmente le damos la importancia que tiene a nuestro disfrute y lo traducimos en la acción directa de poner en práctica comportamientos -expresándolo, mostrándolo o corrigiendo a la otra persona-, que son una manera de empoderarnos en la intimidad.

Daniel Martín

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